Algún lugar de oriente medio. Años treinta.
Sonó un disparo de pistola Luger.
El aventurero y arqueólogo yanki cayo fulminado sobre el suelo de piedra. De sus
manos cayo la ansiada copa que rodó por el suelo con un suave tintineo. El alto
y apuesto oficial alemán se acerco al cadáver, que aparto de una leve patada. Toda
su atención se centro en la copa de oscuro metal. La cogio delicadamente entre
sus manos y la observo detenidamente. Ignoro totalmente el mar de cadáveres que
le rodeaba, pues habían tenido que luchar para llegar hasta allí. Media expedición
había muerto para conseguir la copa, el Santo Grial. Y por fin lo habían
conseguido. El Fuhrer estaría complacido, y los caídos de aquella fuerza
expedicionaria del Reich serían héroes.
El oficial contemplo por un
ultimo momento mas la copa, y observo como la cavidad de esta se hallaba
sellada por alguna especie de tapa. Intento removerla pero no pudo. Voces y
llantos a su espalda le distrajeron de aquella extraña cuestión. Los
prisioneros, aquellos que habían intentado evitar que los nazis consiguieran el
Grial, se quejaban y maldecían.
Envolvió el Grial en un delicado
paño de seda y luego lo introdujo en una cartera de piel que llevaba colgada. Sin
inmutarse, levanto la voz y ordeno sin duda:
-Matadlos. Volvemos a Berlín.
Los soldados soltaron a los
prisioneros, y varios infantes de la Wehrmacht, con uniformes de verano como los que
años después vestiría el África Korps, quitaron los seguros de sus rifles
Kar98. Amartillaron los cerrojos de las armas, y los tres prisioneros fueron
fusilados con sordos disparos que rebotaron por las cuevas.
Quedaron los cadáveres tendidos
en la fría losa de mármol sin labrar que servia de suelo de la estancia que había
sido el hogar del santo Grial durante tantos años. Muertos quedaron allí el guía
árabe de la expedición, el experto medievalista ingles, el director del museo
que albergo el códice del grial, y el intrépido aventurero americano.
Cuando todos los landser alemanes habían abandonado la cueva horadada en
aquel perdido acantilado de oriente medio, mientras el oficial subía a su
vehiculo blindado calado de polvo del desierto hasta el ultimo recoveco, los
explosivos hicieron su trabajo. No quedo vestigio de que algún día hubiera
habido allí un refugio de la orden de los caballeros templarios, santos
guardianes del grial, ni de que la santa copa hubiera estado allí, jamás.
Excelente blog! El título de por sí ya me fascinó y el prólogo también, así que te sigo.
ResponderEliminarSaludos!